No estuvo aburrida la mañana, pues las picadas de carpines y alguna que otra carpa, nos mantenian en tensión.
El embalse ofrecía una imagen muy deslucida, parecía un gran charco en medio de una planicie desértica. Además las aguas estaban muy turbias, aunque se observaban carpas por las orillas y muchas cebándose en el centro del embalse.
Así que nos pusimos manos a la obra, yo pescando con la mosca y mis compañeros de jornada pescando a la inglesa, con asticot y maiz como cebo. A nuestro acompañante animal, además, se le estuvo enseñando a cobrar en el agua, y al final del día su dueño quedó satisfecho de que por fin su perrilla perdiese el miedo al agua y efectuase unos cobros meritorios.
En total se capturaron 15 ó 20 carpas, una de ellas con la caña de mosca, utilizando el quironómido rojo de Picofly, y que trás una brava lucha, de más de 10 minutos, se soltó al acercarla a la orilla.
A eso de las 12, con un calor de justicia, dimos por concluída la jornada de pesca, regando después nuestros resecos gaznates con unas cervezas en un bar del pueblo y, más tarde, con un cochifrito espectacular en el cortijo de la familia de Dani, a quién agradecemos todas las atenciones con las que nos agasajó, incluída la corta visita a esa lámina de agua en esa finca cercana en la que se intuía habitaban buenos basses.