martes, 12 de enero de 2010

Una espina clavada

Desde el año pasado, en el que se autorizaron los recechos de cabra montés, tenía la espinita clavada de rececharlos en el coto social de mi pueblo. Por fin he podido disfrutar de un bonito lance en compañía de mi socio venatorio (y de tantas cosas más) junto con uno de los guardas y otros dos cazadores y amigos de mi tierra, a los que veo con frecuencia tras las patirrojas.

Ha sido en la segunda salida cuando he podido culminar la caza de la hembra que me tocó en suerte. En la primera salida, hace un par de semanas, éstas se mostraron esquivas, no viendo ni un solo ejemplar en todo el acotado de caza mayor, de unas 700 Has. de extensión. Lo que son las cosas, al día siguiente de mi salida otro amigo del pueblo abatió un precioso macho y vieron cabras "hasta debajo de las piedras", como se suele decir.

He de reconocer que no iba muy convencido del éxito de la jornada, máxime con el temporal que sacudió la zona los
días precedentes, con temperaturas gélidas y agua a manta. Pero a las 7 de la mañana ya estábamos en el bar, dando cuenta de un delicioso mollete con aceite y el café de rigor. Como éramos varios los cazadores que acudimos a recechar, nos dividimos en dos grupos, de forma que explorásemos dos zonas querenciosas del acotado.

Junto con José Antonio el guarda, una auténtica "cabra montés", Benito y
Felipe, y Álvaro, nos dirigimos al pie de la sierra de Peñarrubia, una peña enorme en mitad de una llanura que albergaba a nuestros objetivos, una hembra y dos machos que tenían que recechar Benito y Felipe.


Estuvimos un buen rato oteando con los prismáticos sin ver nada, hasta que el guarda descubrió una hembra casi en todo lo alto de la sierra. Ahora quedaba decidir si subir o esperar un poco a que más animales dieran la cara.
El otro grupo había localizado algunos ejemplares en la cantera, por lo que sí que iniciaron el rececho, así que nos decidimos a subir por si los ejemplares que los otros llevaban delante subían a la parte de atrás de la sierra, con lo que tendríamos alguna posibilidad de
encontrarlas a tiro.

Allá que nos fuimos, subiendo poco a poco, con pequeñas paradas que nos permitiesen recuperar el resuello. Alguno de mis acompañantes pasó un mal trago por el esfuerzo, pero al final logramos colocarnos en lo más alto de la sierra, no sin algo de miedo, sobre todo yo, no muy amigo de las alturas. Además, a pesar del buen día que nos acompañó, nos caían bloques de hielo durante la ascensión y las piedras eran traicioneras, dando inseguridad a nuestros pasos. Es una sierra difícil y que desgraciadamente se ha cobrado algunas vidas de excursionistas, esparragueros.....
Hay que ver, con lo pequeña que parece lo
puñetera que es.

Ya en lo alto, con el terreno algo más "llano", nos
fuimos asomando a las características terrazas que jalonan la sierra, terrazas que son vestigio de la evolución geológica de nuestro planeta, donde puedes ver fósiles con cierta facilidad.

En la primera "asomada" no vimos nada. Así que descendimos por la umbría de la sierra para ver otra terraza más baja, sin suerte tampoco. Nos tocaba decidir que hacer.
El otro grupo había tirado a unas hembras y parecía que iban algunos machos con ellas, así que nos dividimos.
Álvaro y yo quedaríamos asomando a la terraza superior, algo más bajos que por donde habíamos subido, mientras que Benito, Felipe y el guarda subirían algo más e irían buscando la cantera por la parte de atrás de la sierra, al encuentro del otro grupo.

Pasaba el tiempo y nada daba la cara, ni a nosotros ni a nuestros
acompañantes por la parte superior. Oigo el móvil y es Felipe que me dice que un grupo de ellas las tenemos debajo, según otro guarda que estaba viendo la jugada desde el mirador, al lado de la carretera. Miramos y remiramos y no vemos nada....aunque...."ahí hay un machete", me dice Álvaro por señas. Es el mismo macho que habíamos levantado cuando subimos, de unos tres años, muy bonito pero pequeño.
Sigo mirando y
efectivamente lo veo, tapado por unas esparteras. Pero por detrás del macho observo como van subiendo más cabras por la terraza. Primero una, después otra....así hasta 7 u 8. Llamo a Felipe y le doy mi posición, a la espera de que bajen y esperemos todos a que con el grupo venga algún macho. Todos ya reunidos hablamos con el guarda del mirador y nos asegura que ningún macho de los que tiene que tirar Felipe y Benito va con el grupo, así que es mi oportunidad.
Están debajo de nuestra posición, exactamente a 112 metros y comen
tranquilamente. La posición no es cómoda para el disparo, así que me quito el chaquetón y fabrico con él un buen apoyo, levantado un poco más el rifle para impedir que la trayectoria de la bala roce alguna piedra de la que sobresale por delante. Sigo estando algo incómodo; me rebullo en las piedras como mejor puedo para acomodarme mejor hasta que lo logro. Las cabras siguen tranquilas, aunque se están tapando con unas chaparras. Una de ellas se queda comiendo junto a una espartera, la meto en el visor, apunto con calma, pongo el pelo y disparo. Con precisión la cabra se desploma, pero se vuelve a levantar para caer nuevamente sin vida. El lance ha sido preciosos y el disparo perfecto, como después comprobaríamos. Abrazos, felicitaciones y a seguir con la tarea, nuevamente divididos. Álvaro y yo a cobrar la cabra, y el resto a seguir con el rececho.


Después de una soberana paliza para realizar el cobro, comenzamos el descenso hacia los coches.
Al poco oímos un disparo, llamé a
Felipe y me dijo que había tirado un macho. Seguimos descendiendo y cerca ya de los coches vemos un grupo de machos y hembras delante, a unos 150 metros, y entre ellos un macho muy bonito. Nueva llamada a Felipe, pero ya están bajando por la otra cara, así que tranquilamente llegamos al coche donde nos encontramos con el resto de la expedición, que también había cumplido con su objetivo.

Cuando llega
Felipe nos da la mala noticia de que no han podido cobrar el macho, que está inerte en un balcón de la sierra al que no se puede acceder. Veremos como se realizará el cobro.

A las 4 de la tarde llegamos al bar del pueblo donde dimos cumplida cuenta de unas cervezas y demás exquisiteces de tapas con las que nos homenajeamos.
Precioso día y perfecta compañía para una experiencia tan bonita como dificultosa.

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